Imagen de Nuestra Señora de Caños Santos
Distinguiendo la plaza de la Paz de nuestro pueblo apreciamos la imagen de Nuestra Señora de Caños Santos. Hacia ella profesamos todos los cañeteros una redentora y profunda devoción. Ha sido durante décadas la depositaria de nuestros miedos y la edificante inspiración que nos alienta y vivifica. Este monumento fue fundado por don José Quintín Cuevas y su esposa doña Ángela Chacón. Decidieron ambos levantar una representación de mármol de Nuestra Señora de Caños Santos sobre una columna de jaspe. Demostraban, así, su profundo fervor y perpetuaban la memoria de los innumerables favores recibidos. Se tiene constancia de su creación hacia el año 1802, con motivo de la epidemia de fiebre amarilla. En el año 1936 fue destruido el monumento y repuesto, nuevamente en 1943. La inscripción de la parte inferior dice: “Para perpetuar la memoria de los favores que el pueblo de Cañete la Real debe a su madre y Patrona Ntra. Sra. de Caños Santos se vuelve a levantar este monumento erigido en su honor, 1805-1943”.
Dentro de los imaginarios populares siempre destacan las leyendas como parte del patrimonio cultural intangible. Aquí no podría ser de otra manera. Cuenta la leyenda que acompaña a esta imagen venerada y respetada por los cañeteros que fue hallada por un vaquero llamado Tello Pascual en el bellísimo paraje gaditano de Valle Hermoso. El descubrimiento aconteció cuando este seguía a una de sus reses, que se introducía por un estrecho sendero oculto en la maleza. Allí se vislumbraba una espaciosa cueva de la que manaba, caudalosa, el agua. Junto al nacimiento y en un hueco que semejaba un altar vio una imagen de la madre de Dios. Conmovedor hallazgo que transfiguró por siempre su vida.
Era la misma imagen que había sido escondida, hace ochocientos años, debido a la invasión islámica. Tello, entonces, se dirigió a la comarca gaditana de Olvera para dar cuenta de su descubrimiento. Allí fue trasladada la imagen. Al día siguiente del traslado había desaparecido siendo reencontrada en el lugar donde fue vista por primera vez por el joven ganadero.
Este evento de difícil explicación se repitió incontables veces. Fue interpretado como el anhelo de la Virgen de recibir culto allí donde había morado durante siglos. Por esta razón los duques de Osuna, señores de ese territorio, levantaron una ermita en aquel lugar. La primitiva ermita se transformó en un santuario regido por los padres franciscanos.
Durante la ocupación francesa, los edificios religiosos sufrieron destrozos de considerable envergadura. Motivo por el cual de Cañete salen numerosas personas para trasladar a la virgen hacia el pueblo. Habían escuchado que esta se hallaba sepultada en un subterráneo. Ni el peligro por perder sus vidas les detendría en su magnánimo propósito. El profundo amor de los cañeteros hacia su virgen conmueve sobremanera. Sentimiento que se ha consolidado en el transcurso del tiempo siendo referente para nuevas generaciones devocionales.
La comunidad de franciscanos accede al traslado. La Virgen permanece en Cañete los cuatro años venideros. Se tiene constancia de este regreso de la Virgen el 5 de septiembre del año 1814. En la década de 1830 la Virgen vuelve, una vez más, a Cañete; ahora para permanecer definitivamente en este pueblo, digno y leal merecedor de tenerla.
No podemos dejar de contar que la originaria imagen de Nuestra Señora de Caños Santos fue destruida durante la guerra civil española, en el año 1936. La talla actual, concebida aproximadamente en 1941, conserva ambas manos de la antigua reliquia. Esta imagen fue coronada canónicamente en el año 2012.
La veneración, el culto y la pasión hacia Nuestra Señora de Caños Santos condujo a los cañeteros a erigirla, sentirla, adorarla como patrona de nuestro pueblo. Las extraordinarias fiestas en su honor se celebran cada año, el tercer fin de semana de septiembre. Todas las festividades están marcadas por la tradición, la devoción religiosa y un inspirador espíritu cultural. Ese espíritu cultural que jamás podrá entenderse sin nuestra religiosidad; sin el latido generoso de Nuestra Señora de Caños Santos que recorre y vertebra cada rincón de Cañete.